"Conocedores de esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo de pecado sea reducido a la impotencia, a fin de que no sirvamos más al pecado..."(Rom 6)...el pecado es el poder que nos arrastra a pecar. El viejo hombre es la parte no corporal que heredamos de Adán. El cuerpo del pecado es el elemento corporal que heredamos de Adán.
El proceso de pecar sigue este orden: primero, el pecado; luego, el viejo hombre; finalmente el cuerpo. El pecado exuda su poder para atraer al hombre e inducirle a pecar. Como el viejo hombre se deleita en el pecado, condona el pecado y se amolda a él, instiga al cuerpo a pecar. Por lo cual el cuerpo sirve como el títere y en realidad práctica el pecado. Es por medio de esta empresa conjunta de estos tres elementos que se comete el pecado. Presentes en todo momento tenemos la compulsión del poder del pecado, la inclinación del viejo hombre, y la práctica del cuerpo.
Ahora bien, ¿cómo puede el hombre ser librado del pecado? Algunos teorizan que como el pecado es la primera causa debe ser aniquilado a fin de obtener la victoria; en consecuencia, abogan por la <<extirpación del pecado>>. Una vez que ha sido arrancada la raíz del pecado -creen éstos-, nunca más vamos a pecar y, evidentemente, seremos santificados. Otros dicen que debemos someter el cuerpo si deseamos vencer al pecado, porque, ¿no es nuestro cuerpo -dicen- el que práctica el pecado? Así, surge en la cristiandad un grupo de personas que fomentan el ascetismo. Usan muchas técnicas para suprimirse a sí mismos, porque consideran una vez que hayan vencido las demandas de su cuerpo serán santos. El método de Dios no es ni lo uno ni lo otro. Romanos 6:6 es transparente en cuanto a su método. Él, ni arranca de cuajo la raíz del pecado dentro, ni suprime el cuerpo fuera, sino que Dios trata con el viejo hombre que está en medio.
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