¿A QUIÉN VA DIRIGIDO EL LIBRO DE
APOCALIPSIS?
Quizá parezca a primera vista una pregunta tan obvia que pudiera responderse por sí sola. Sin
embargo, el hecho de estar en una época histórica en la cual está muy presente en el
colectivo social la idea de una próxima hecatombe que daría al traste con este planeta, como
se ve reflejado en los medios de información y en la cultura actual, de forma tal que pareciera
que ya es parte del folklor urbano, no por lo mismo pudiera parecer que la mayoría de las
personas entienden de lo que se trata, aunque muy en el fondo quisieran saberlo.
Lo poco o mucho que se sabe del fin de los tiempos es lo que dicen los medios de
información y a partir de ahí la sociedad imagina lo que es y sería un final del mundo, pero
siempre con la esperanza en el corazón de que el Buen Dios no se olvidará de las personas
“buenas”, o por lo menos de los que no han sido “tan malos”. Siempre es mejor para el alma
abrigar este tipo de emoción religiosa. Pero nunca se atreve a leer, o si lo hace, no llega a
comprender el Libro de la Revelación cuando es desempolvado de su biblioteca, amén de
los sentimientos negativos, oscuros, tenebrosos que provoca a la gran mayoría, el sólo
escuchar hablar de la palabra “Apocalipsis”. Y esto no puede ser de otra manera, si
atendemos a la naturaleza de la dedicatoria que se plasma en las primeras letras del
mencionado libro.
“Revelación de Jesucristo; se la concedió Dios para manifestar a sus siervos lo que ha de
suceder pronto...”Así empieza el primer versículo del primer capítulo, del cual se capta en lo
inmediato que la profecía tiene una dirección, un destino. No se escribió en lo abstracto para
el que tenga tiempo de leer, para el que esté de acuerdo o para el que de casualidad, algún
día de aburrimiento, se anime a leer. Es para los siervos de Dios ¿y quienes son estas
personas? ¿acaso está hablando la Biblia aquí del vecino, del estudiante, del amigo, del ama
de casa, del empleado, empresario, los bienintencionados, etc? ¿o será que está hablando
del Vaticano que se dice portavoz y única institución religiosa con la iluminación suficiente
para discernir la Palabra de Dios? Si fuera como en la pregunta primera, cualquier hijo de
vecino, el día que se le diera la gana estudiar el Apocalipsis porque fue seducido por el temor
o interés que le produjo su película favorita, estaría en posesión de la Verdad y la salvación.
Así de simple, sin arrepentimiento ni conversión. Se estaría rebajando el Libro de Libros a la
categoría de esa caterva de literatura que el sencillo estudiante de buena fe se alimenta en
toda su experiencia académica creyendo falsamente que ha encontrado la luz y el sentido
que su alma necesita. Si fuera la segunda pregunta, la Revelación de Jesucristo no tendría
sentido porque lo que ha argumentado el Vaticano y todos sus representantes a través de la
Historia ha sido totalmente ajeno, opuesto y blasfemo de lo que marcan las Escrituras
La palabra siervo, según el hebreo, significa esclavo. Un esclavo es aquel que está atado a
su señor en obediencia plena, una persona que escucha la voz de su amo, le obedece
fielmente y cree en él. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen
dijo Jesús. Luego, un siervo es aquel que escucha y sigue la Palabra de Dios ¿cómo
escuchar si no leemos? ¿y si no leemos, como conocer al que decimos seguir; y si no
conocemos al que seguimos, cómo vamos a obedecer? Las respuestas son contundentes.
Me parece que esto muy pocos lo hacen. Es para esos pocos el mensaje final porque Dios
sabe que son los únicos que reciben su Palabra, los que están sellados por el Espíritu Santo
para atender y obedecer la profecía, a los que las tinieblas no los van a sorprender cuando
llegue el final. Es mi deseo que el que lea estas líneas sea uno de ellos, y si no, aún es
tiempo.
“Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito
en ella, porque el tiempo está cerca...”sigue diciendo el versículo 3. En estas palabras, Dios
tiene el deseo de que todos sin excepción lleguen al conocimiento de los tiempos
finales cuando dice dichoso el que lea y los que escuchen. La invitación es para todos sin
exclusión alguna. La Palabra no es discriminatoria. Es una bendición de salvación la lectura
del Apocalipsis al decir dichoso, bienaventurado. Ahí está, al alcance de la mano, sin pretexto
alguno. Pero Dios conoce a su creación y sabe que la gran mayoría de los hombres
harán caso omiso de su mensaje; se burlan, se mofan y blasfeman del mismo. Por eso
sigue diciendo, a manera de condición para enviar la bendición, que guarden lo escrito en
ella. El vocablo guardar tiene varias acepciones, pero en el contexto bíblico muchas veces se
usa como sinónimo de fidelidad o cumplimiento a las ordenanzas. En este caso, viene a
denotar lo mismo, porque ¿quién va a ser fiel y cumplir con lo que Dios manda si para
empezar no se le conoce? La mayoría de los humanos guardan sus tradiciones y lo que
le dice su engañoso corazón. Qué cómodo y moderno es decir: “yo no sé de Dios, no leo la
Biblia, pero trato de portarme lo mejor que puedo, por si acaso...además, si Dios es amor, no
creo que sea capaz de rechazarme porque entonces se estaría negando a sí mismo, lo que
no tiene sentido”...”además, no soy tan malo, no soy un violador, no he asesinado a nadie,
jamás he robado...fuera de eso, soy buena gente...”etc., un sin fín de justificaciones humanas
que provocan un alejamiento inmenso de la gracia divina.
Guardar, recibir, obedecer lo escrito en el Apocalipsis tristemente la gran mayoría de los
seres humanos no lo hace ni lo va hacer, excepto aquellos, muy pocos por cierto, que han
decidido conocer y seguir a Jesucristo. A éstos, las tinieblas no les sorprenderán porque
están siempre velando en oración y santidad entendiendo que el anhelo de sus corazones es
encontrarse con el Hijo de Dios en las nubes, cuando ocurra la gran promesa escrita del
arrebatamiento. Por ello, estos siervos se gozan y esperan ardientemente por la llegada del
cumplimiento de la profecía en lo que se refiere al final de los tiempos, porque saben sin
dudar que los siervos de Dios no están hechos para la ira venidera, sino para recibir el
galardón, la riqueza y la vida eterna frente a la presencia directa del Rey de Reyes.
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PBB16 mayo 2015
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