Si un creyente pudiese comprender toda la trascendencia de la cruz al nacer de nuevo se libraría totalmente del pecado y tendría una vida nueva. Es realmente lamentable que muchos obreros cristianos no presentan esta salvación completa a los pecadores, con lo cual éstos sólo creen en la mitad de la salvación de Dios. Esto los deja como si dijéramos medio salvados: sus pecados están perdonados, pero les falta la fuerza para dejar de pecar. Por otra parte, incluso en las ocasiones en que se presenta la salvación en su totalidad, los pecadores sólo desean que sus pecados les sean perdonados porque no esperan sinceramente ser librados del poder del pecado. Esto también les deja medio salvados. Si una persona cree y recibe una salvación plena desde el principio, tendrá menos fracasos luchando con el pecado y más éxito luchando con el yo. Es raro encontrar esa clase de creyentes. La mayoría sólo tienen la mitad de su salvación. Por eso la mayoría de sus conflictos son con el pecado. Y algunos ni siquiera saben lo que es el yo. En cuanto a esto, la condición personal del creyente juega una parte antes de la regeneración. Muchos tienden a hacer el bien incluso antes de creer. Por supuesto que no poseen el poder para hacer el bien ni tampoco pueden ser buenos. Pero su conciencia parece estar relativamente iluminada, aunque aun así su fuerza para hacer el bien es débil. Tienen lo que se acostumbra llamar el conflicto entre la razón y las pasiones. Cuando se enteran de la salvación completa de Dios aceptan anhelantes la gracia para la liberación del pecado en el mismo momento en que reciben la gracia para el perdón del pecado. Otros, sin embargo, antes de creer, tienen la conciencia negra, pecan terriblemente y jamás intentan hacer el bien. Al conocer la salvación completa de Dios se aferran a la gracia del perdón y descuidan (no rechazan) la gracia para la liberación del pecado. En lo futuro afrontarán muchas luchas con el pecado de la carne. (El hombre espiritual,w.Nee, p. 78)
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